No nos vamos a engañar, íbamos a Bogotá con cuarto y mitad de susto metido en las venas. Nos habían contado tantas maravillas de Colombia, como barbaridades de su capital. Una ciudad donde, si te metes en el taxi equivocado… desapareces. Desapareces, para nunca más volver, Y tú, como que le prometiste al pequeño viajero del equipo que le ibas a regalar el mundo cuando aún estaba al otro lado de la barriga, no quieres que el mundo “de este lado”, os defraude.
Pero esta vez, juegas con ventaja.
Retrocedamos un poco en el tiempo… hasta enero de 2014 más o menos. Coincidiendo con el momento en el que subíamos “El síndrome del eterno viajero” al canal de youtube, llegó un mail de un tal Marcos. Al parecer, colombiano y ex-viajero Tercer Dan que, por aquel entonces, seguía sintiendo el viaje desde la barrera. Por su forma de hablar tan respetuosa y educada, parecía tener unos 70 años (puede que más). Aquel largo mail, que iba y venía. Aquel largo y dulce mail. Cercano. Amable. Aquel, mail tan lleno de colores y sensaciones. Aquel, aquel mail aquel, lleno de cariño gratis. Aquel mail en el que tan atractivo y desconocido personaje nos agradecía haberle llegado al corazón con la enfermedad viajera, venía a acabar con una frase que decía más o menos así: “Si alguna vez vienen por Melbourne, sería un placer invitarles a comer canguro”.
Causalmente, estábamos a 200 kilómetros de allí.
Nos quedamos en su casa. Conocimos a su familia. Comimos canguro. Paseamos y hablamos. Mucho. Lo mucho que se puede hablar en cuatro días. Puede que más. Sin desperdiciar un silencio. Sin dejar nada para más adelante. Dándolo todo. Recibiéndolo todo. Y luego, como suele ocurrir, nos fuimos. Nos fuimos por el lado contrario al que habíamos venido. Como suele ocurrir también. Adelante, siempre adelante. Con una sonrisa acompañada de despedida. Sabiendo, con casi total seguridad, que volveríamos a encontrarnos.
Como el paso del tiempo, seguimos cruzándonos largos y ornamentados mails escritos desde la complicidad del que siente el viaje y lo que se vive en él.
7 de agosto de 2017, mientras esperamos a que salgan las mochilas por la cinta de equipajes del aeropuerto El Dorado de Bogotá, ya vemos a Marcos esperándonos al otro lado del enorme ventanal. Nos saluda con nervios. Como aquel nieto que ve llegar a sus abuelos a lo lejos. Hacía casi tres años que él tampoco volvía a su Colombia natal, y ha hecho coincidir su visita con la nuestra. Solo para vernos.
Exacto… no hay palabras para describir algo así. Un dulce reencuentro en territorio desconocido para volver a hablar de viajes. Para abrazarnos de nuevo. Para hacérnoslo todo mucho más sencillo.
Sin taxista que nos secuestrara, Marcos nos llevó a la que sería nuestra casa que habíamos encontrado a través del intercambio de casas con Home Exchange en Bogotá: la casa de Ángela y Ro(berto). Y aunque hablamos mucho con Marcos aquel y otro día… desaparece de estas líneas justo en este momento para volver en algún otro… dentro de dos o tres años.
Nota: Ángela y Ro, acababan de llegar de vacaciones por Europa y su última parada había sido Madrid. Ella, colombiana-colombiana, lleva las ganas de viajar en las venas. Él, “hubo una vez que fue argentino” (hace mucho que vive en Colombia). Había vivido en muchas partes del mundo y además, había viajado muchísimas veces a Sudáfrica. Es decir… España (de donde somos), Colombia (donde estábamos), Sudáfrica (donde íbamos luego) y Argentina (donde iríamos después).
Si la llegada había sido dulce, la entrada a nuestro nuevo hogar “en tan peligrosa ciudad”, también lo fue. Podríamos extendernos en lo especial que fue aquella casa para nosotros desde el primer al último día. Podríamos hablar de sus altos techos atravesados firmemente con “traviesas vigas” de madera; de aquella hamaca en la que los minutos pasaban un poco más despacio a izquierda y derecha… a izquierda y derecha…; de aquella cómoda e interminable cama, de aquella hipnótica chimenea que casi nos dolía manchar con cenizas o de su perfecta ubicación en el mismo centro del justo epicentro del barrio de La Candelaria…
Pero no. No lo vamos a hacer. No hablaremos de una casa de viajeros, pensada para que otros viajeros se sientan como cuando no viajan. No hablaremos de los detalles de bienvenida que ellos tuvieron con nosotros y los que nosotros tuvimos con ellos. Eso queda entre nosotros.
Solo queremos hablar de las personas que nos encontramos gracias a aquella casa. Dos personas que estuvieron siempre puestas y dispuestas. A ayudarnos. A aconsejarnos. A cuidarnos. Estando en Bogotá o recorriendo parte de Colombia. Siempre a un golpe de WhatsApp. Siempre al segundo tono de la primera llamada.
Ángela y Ro, hicieron (junto con Marcos), que le perdiéramos el miedo a Bogotá y a Colombia entera, en menos de dos horas. Todas las dudas, miedos o prejuicios que traíamos en la mochila, desaparecieron antes de abrirla.
Ellos le pusieron una larga y suave alfombra roja a toda Colombia solo para nosotros. Y quizás… no nos dimos cuenta de ello hasta que estábamos sentados en el avión de vuelta. Pero al igual que con Marcos, el reencuentro está asegurado. Es más… parece quu coincidiremos en Buenos Aires en diciembre. Allí nos vemos.
Como dice el bueno de Herman Zapp: “¿Casualidad? No. Causalidad”.
Y dicho todo esto, si tienes alguna pregunta más sobre en qué consiste el intercambio de casas puedes dejarla en los comentarios. Por nuestra parte te dejamos algunas de las experiencias con fotos de las casas que hemos vivido en primera persona y los rituales que seguimos para hacer la casa “nuestra” lo antes posible:
– Mi hogar es donde mi familia está.
– Nuestra experiencia en París.
– Nuestra experiencia en Bogotá.
– Nuestra experiencia en Ciudad de el Cabo.
–Nuestra experiencia en Buenos Aires.
Código ético: este post forma parte de un acuerdo de promoción con el servicio de la red de Home Exchange. Nuestras opiniones y lo que te contamos al respecto son libres y están basadas en nuestra experiencia real.
12 Comentarios
Muchas gracias Ángela y Ro porque me hicieron sentir que en Bogotá tenía más que una casa, un hogar y mucho más que unos vecinos, unos amigos entrañables.
Esa casa, con todos sus detalles amorosos, tiene mucha magia y muy buena energía.
Santi y yo os esperamos en Madrid, os quedó mucho que ver.
Abrazos para los dos
Esperanza y Santi! Gracias a ustedes! Y la vida generosamente nos volverá a hacer encontrar para darnos un abrazo de nuevo.
Pero qué amor eres y qué ganas de veros otra vez
Ya falta poco 🙂
Ay, que bonitos que son ustedes cinco (3+2)! Me hizo muy feliz leer este post. Su hogar seguirá aquí, para cuando quieran volver. Nos vemos pronto en Buenos Aires!
Abrazos grandes,fuertes y largos
Angela (de Ro)
Pd: a Koke se le quedó una pelotica de caucho, la hemos guardado, pero avísenle que no la devolveremos a menos que sea en el mismo lugar en el que la dejó, así la vuelta queda asegurada, no importa cuanto tiempo pase (aunque por ahí dicen que uno nunca vuelve, siempre va!).
Vaya… pues tendremos que volver a Bogotá. No nos queda otro remedio. Aunque Koke no es muy apegado a ninguno de los pocos juguetes que tiene, seguro que le hará ilusión 😉 Nos vemos y nos abrazamos en Buenos Aires. Muac!
Siempre que viajo me viene esta melodía a la memoria, lo que me recuerda que no importa el lugar, el idioma, las costumbres, el clima, la geografía, la arquitectura, y todos los etcéteras del mundo, siempre nos encontramos con personas, seres humanos que sienten, que sufren, que tienen alegrías, que aman, y que cada uno en las circunstancias de su vida, VIVEN……………….
It’s a world of laughter, a world of tears
It’s a world of hopes and a world of fears
There’s so much that we share
That it’s time we’re aware
It’s a small world after all
…………………………………………
There is just one moon and one golden sun
And a smile means friendship to everyone
Though the mountains divide
And the oceans are wide
It’s a small world after all
……………………………………
It’s a world of laughter, a world of tears
It’s a world of hopes and a world of fears
There’s so much that we share
That it’s time we’re aware
It’s a small world, small world after all
Abrazos
“Somos más” de lo que creemos. Girando y girando
Que bonito post!
Da gusto sentirse tan arropado cuando llegas a una ciudad/país que a priori te da un poco de “respeto” por todo lo que se dice de él.
Viajar como cura maravillosa para romper las ideas preconcebidas de los lugares!
Enhorabuena por el blog y gracias por compartir las experiencias sobre esta forma de vida familia.
Saludos!! 🙂
Muchas gracias Vicky! Romper ideas preconcebidas viajando, es casi una obligación. Y es ahí, cuando te das cuenta de muchas cosas. De todas formas, entrar con buen pie “a lo desconocido” siempre ayuda 🙂
El intercambio de casas es una pasada! Yo viví esa experiencia en NY porqué esa ciudad… Ainsss esa ciudad yo quería sentirla y vivirla como si de mi hogar se tratara! Conseguimos un intercambio en Brooklyn y Rachel Eric y su hija Isabella se han convertido en buenos amigos nuestros!! De hecho cuando hemos vuelto por NY allí nos hemos vuelto a encontrar y compartiendo casa, historias y vivencias. En definitiva, una experiencia maravillosa que sin duda repetiremos!!
El intercambio, por definición, implica eso… dar y recibir. Todo fluye más y es mucho más personal estando en contacto con gente local y sintiéndose como en casa. Y sí, Nueva York tiene algo que… yo qué sé 🙂