Creíamos que entre los viajes con todo reservado, pensado y programado al segundo “en los que nada puede fallar” y los viajes improvisados “en los que no sabes lo que puede pasar”… había un gran vacío. Que en esta vida solo se podía ser de un bando, o de otro. Blanco o negro. Pero resulta que no. Por ahí suelta hay una gran comunidad de aventureros que buscan una buena dosis de improvisación pero sin que las cosas fallen mucho porque “solo hay 16 días de vacaciones”.

Por un capricho del karma, nos metimos a ser guías por el mundo en enero y a repetir este verano. Volveríamos a dejar a un lado eso de viajar en pareja para compartir un mes con unos cuantos desconocidos (para nosotros y entre sí). Así pues, del 26 de julio al 23 de agosto, tocaban dos nuevas experiencias en grupo: recorrer Sri Lanka en tuk-tuk y conocer “las otras Maldivas” donde viven los divehis.

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Además de pasarlo bien (también), lo que intentamos lograr cuando hacemos “esto de ser guías” es (como supuestos viajeros a tiempo completo que somos o queremos ser), transmitir algunos conocimientos (no tanto sobre el país en sí y su historia, sino sobre esa forma de moverse con respeto entre otras gentes que, a cambio, te acaban recibiendo mucho mejor y esa absorción de nuevas costumbres que acabas entendiendo y haciendo tuyas). Nos proponemos intentar transmitir todo eso porque a nosotros el viaje nos cambió la vida (para bien), nos llenó de esperanza, nos trajo enormes beneficios terapéuticos, nos devolvió la fe en la humanidad, reestableció nuestra paz interior, nos dejó cientos de experiencias y personas que recordar y muchos aprendizajes.


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Sabemos que es más difícil que eso le suceda a otras personas en un viaje de algo más de 2 semanas, pero aunque parezca increíble, sí creemos que es posible transmitir algo de todo eso que hemos aprendido y que seguimos aprendiendo en cada viaje (por pequeño que sea). Bajo el enfoque de que si al final ocurría algo de eso, el viaje con nosotros habría valido la pena, nos queríamos poner de nuevo a prueba. No sabíamos si lo conseguiríamos o no, pero nuestras intenciones cuando viajamos con otras personas, pretenden ir un poco más allá de solo facilitar en lo posible la logística. Para ello, nos planteamos una serie de objetivos en el viaje…

Nota: no solo lo que viene a continuación va a sonar algo pretencioso, sino que lo es bastante. Pero bueno, si uno no se marca metas altas en lo que intenta, no consigue nada. 

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Intentar ser un puente entre ellos y la nueva cultura a la que se enfrentaban. Acelerar al máximo el proceso de descompresión después del aterrizaje en un nuevo lugar. Intentar dar respuestas a esas preguntas que surgen los primeros días cuando llegas a un mundo en el que todo funciona de forma diferente al nuestro.
– Dar importancia no sólo a la huella ecológica que dejamos, sino también a la huella humana y a la responsabilidad que tenemos como viajeros. Respetar la forma en la que se hacen las cosas en otros lugares y descubrir la cantidad de sonrisas que te vienen devueltas cuando demostramos un poco de delicadeza en ese sentido. La importancia de dejar un bonito recuerdo porque si no queremos que nos vean como un euro andante hay que demostrar que no somos un euro andante.

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Reducir las barreras y los miedos que a veces da lo desconocido. ¿Qué puede pasar si voy a un país musulmán?
– Descubrir que el mundo real y las personas que en él habitan, es muy diferente al que aparece en los telediarios y que las generalizaciones son más injustas cuanto menos conocemos aquella cultura de la que se está hablando.
– Conseguir que sientan que las barreras más altas de superar están en nuestra cabeza y en la de los demás. Sí se puede conducir en Sri Lanka, sí se puede bucear entre tiburones… Bajar la guardia para atreverse a hacer cosas que nunca pensarías que harías y descubrir que no pasa nada.
Olvidar los problemas del día a día y descubrir que no somos el ombligo del mundo. Existen millones de formas de vivir, millones de formas de pensar, millones de formas de amar… y esa diversidad es la que nos atrae a querer recorrer el mundo.
Viajar despacio, en los transportes en los que se mueve la gente local para poder saborear el camino.
– Atreverse a probar la comida de allí, a comer en los puestos callejeros y descubrir que si eliges bien no tienes por qué ponerte malo.
– Disfrutar de los beneficios mentales de la vida sencilla cuando lo que cabe en una mochila te sobra para sobrevivir y no necesitas nada más.

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En esta ocasión, el 50% del equipo, la encargada de las dotes sociales y empáticas, la que posee el don de gentes y multitudes, la que se acerca a todo el mundo con una facilidad y dulzura irresistibles (es decir, Lucy)… se queda en tierra para cocinar a fuego lento al “tercer mochilero”. Se queda sin poderse relacionar de cerca, pero con la firme decisión de apoyar el viaje a golpe de mensaje de voz casi a diario. Y el que se encarga un poco de los temas de orientación, negociación, logística y calcular los tiempos (es decir, Rubén)… se queda “solo ante el grupo”. Es ahí cuando uno se da cuenta de que no le va a quedar otra que relacionarse y hablar más de lo habitual para intentar cumplir expectativas.

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Y es que se trata de una gran responsabilidad. No solo eso de ser socialmente cercano, no. La RESPONSABILIDAD, es la de intentar que esa gente que se lanza con toda la ilusión del mundo a disfrutar de las archiconocidas “merecidas vacaciones”, además de no arrepentirse de su decisión, se vaya, más contenta de lo que vino y “se lleve algo”. Y eso… puede que no se consiga con solo conocer el camino.

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Durante varios días antes del primer encuentro, uno le da vueltas a la incógnita “cómo van a ser los viajeros”. Se mantienen los dedos cruzados para que no venga ninguno que reviente el grupo, el buen rollo y las ganas de pasarlo bien. Se oyen tantas cosas a otros guías, que uno incluso se replantea si es necesario meterse en estos líos cada seis meses. Acto seguido, aparece la pregunta “¿pero por qué querría alguien venir un viaje así para repartir mal rollo en todas direcciones?” y se pasa la preocupación.

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A pesar de todo, se supone que esos futuros compañeros de aventuras van con los mismos temores o más sobre lo que se van a encontrar porque, además de pagar el viaje, después se tienen que volver a la oficina (si la experiencia sale mal, van a tener que esperar varios meses para poder resarcirse). Por otra parte, seguro que a ellos también les inundan dudas del tipo: “¿me llevaré bien con los otros viajeros?”, “¿el guía será un listillo de esos que van de super viajero por el mundo?”, “¿me sentará mal alguna comida?”, “¿los mosquitos me harán imposible el viaje?”… Un hilo de whatsapp pre-viaje hace que todos solucionen algunas dudas, se vayan conociendo y se suelten un poco.

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En cuanto empieza cada una de las aventuras, se hace evidente que todas las preocupaciones previas no tenían sentido. Afortunadamente, todos se han traído de casa una predisposición más que positiva para exprimir al máximo lo que se encuentren por el camino. Sea lo que sea. Sin frenos. Dejando los “peros” a un lado e intentando que todo fluya para disfrutar lo máximo posible.

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Viéndolo todo desde fuera, resulta que eso es lo que realmente engancha de todo esto: volver a revivir la sorpresa y preparar momentos que vayan a calar dentro. Ver ese brillo en los ojos que desprenden los que nunca han regateado, buscado donde dormir sin tener reserva o comido con las manos. Aunque a eso hay que sumarle lo que supone conducir tu propio tuk-tuk, pasear entre ruinas o bucear con tiburones, lo que se intenta que quede, es la experiencia y los momentos en sí. No tanto los lugares y lo que hay en ellos.

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El viaje se acaba y aunque la despedida tiene cierta melancolía con sabor a “no nos veremos nunca más”, aún a día de hoy (dos meses después del viaje), hay que decir que esos hilos de whatsapp siguen vivos. Fotos, chistes, planes, comentarios que vienen y van y que a veces, crecen tanto durante la noche, que asustan por las mañanas.

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Puede que no hayamos tenido mucho que ver en que la gente se llevara bien entre sí, pero nos gusta pensar que el viaje, ha sido importante para ellos. Que ha dejado huella y que algo ha cambiado por dentro (aunque sea un poquito pequeño chiquitito). Si no hemos conseguido nada de eso, al menos esperamos que se hayan quedado con “algo que recordar”. Por nuestra parte, este viaje nos reafirma de cara al futuro: seguiremos haciendo de guías por el mundo.

 

“Amaia, Laura, Fede, Oscar, Bea, Francesc, Ángela, Patri, Virgi, Aurora… gracias por ponérmelo tan fácil y, sobre todo, por quereros tanto entre vosotros. Eso sí, me habéis hecho hablar y reír más de la cuenta. No os lo perdonaré en la vida”.

Fdo. Rubén

 

13 Comentarios

  1. Un lujo, un placer, una experiencia única. Un viaje muy especial y mágico, lleno de múltiples sensaciones y estímulos positivos, que perdurarán en el recuerdo. Me sentí una privilegiada de que Lucy audio-guía y tú, guiarais nuestro viaje. Gracias, gracias y siempre gracias.

  2. Un viaje con un rollo fantástico . Gracias Ruben por ponérnoslo tan fácil . Gracias al grupo por haberos apuntado a conocer “las otras Maldivas” . Ha sido un placer compartir esta experiencia con vosotr@s.
    Debéis seguir de guías por el mundo . Nosotros repetiremos .
    Hasta la próxima!

  3. Cualquier persona quien ha tenido/tiene/tendrá la posibilidad de viajar con vosotros/teneros como guías es una suertuda en mi opinión.

  4. No puedo decir excelente guía porque sinceramente los guías siempre me cayeron fatal, con ese toque de listillo que yo me lo sé todo y acaban sin tener idea ni de la cultura, ni del respecto y ni del País.
    Ruben has sido al revés: “yo no se nada pero…”. Ha sido un compañero de viaje, con mucho que contar, un leader en la sombra al que todxs acabamos preguntando todo y siguiendo a ciegas. Si no fuera por ti nunca me hubiese atrevido a meterme en ese restaurante al lado de la estación, en Trincomalee (¿en serio vamos a entrar ahí????) donde disfruté de una de las comidas más ricas de mi vida.
    Nunca hubiese disfrutado de los atardeceres, cuando todos los “profesionales” aconsejaban dejar el paraje. Y si, es verdad, llevabámos todxs una mochila de buen rollo pero creo que ese toque de los pies (rigurosamente descalzos) en la tierra y de abrir los ojos frente a cosas que el ojo del “turista convencional” no ve, nos los regalaste tú y eso es lo mejor que un compañero de viaje me ha regalado.

    • Ayyyyy Fede, Fede… Mira que te llevo de los pelos para allá de nuevo!!! Gracias por tus palabras… la mayoría inmerecidas, por cierto. Me quedo con las reflexiones e impresiones que te dejó el viaje y que nos escribiste en el hilo de whatsapp nada más volver. Sin duda, mucho más de lo que pretendíamos. El análisis que hiciste del choque cultural vs. tú… no fue mérito mío. Está claro que el viaje caló mucho en ti y no sé si tuvimos que ver en un porcentaje tan alto o si fue tu predisposición a relacionarte (los srilankeses aún se acuerdan de ti) y la capacidad de observación. Bueno, también me quedo con lo mucho que te gusta posar en las fotos y, por encima de todo… con tu cara al entrar en el Templo de Oro de Dambulla.

  5. Madre mía Rubén, ¡¡hasta me han entrado ganas de ser guía!! Como mola cuando el universo hila bien los planes. Un abrazo pareja!

    • Pues todo es ponerse! Puede ser una interesante experiencia anual con sensaciones diferentes a tu forma habitual de viajar. No crees? Abrazos!!!

  6. Reto superado! Estoy seguro de que habrás sido un excelente guía… y cuando estéis al completo (y con el “nuevo” 🙂 seréis un gran equipo!! Un abrazo

    • En enero ya estuvimos los dos. Créeme cuando te digo que la de las relaciones sociales (de largo) es ella. Espero que esos conocimientos pasen al canijo

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